Una grabación del responsable de una de las mayores empresas privadas sanitarias de Madrid desvela las consecuencias del modelo sanitario de Ayuso. Aumentar las listas de espera puede servir para que crezcan los beneficios de los centros hospitalarios privados

El CEO de la empresa gestora del hospital público de Torrejón ordena rechazar pacientes para ganar más

La gente tiene la mala costumbre de ponerse enferma y así no hay manera de aumentar los beneficios. No hacen más que acudir a los hospitales con cara de pena y aspecto francamente deplorable y tienen el descaro de pedir que les curemos, como si fuera tan fácil. Como si nosotros tuviéramos la obligación de conseguir que se sientan bien. Solo piensan en ellos mismos. En su salud. ¿Y quién piensa en nuestra cuenta de resultados? Dicen que tienen fiebre. Vale, es cierto, ¿pero qué pasa con nuestro Ebitda?

Es el mensaje que el consejero delegado de Ribera Salud, Pablo Gallart, impartió a un grupo de altos cargos de la empresa y del hospital madrileño de Torrejón de Ardoz en una reunión en septiembre. No se anduvo con eufemismos. El problema eran las listas de espera. ¿Demasiado grandes? Al revés. “En Torrejón en el año 22 y 23 decidimos como organización hacer un esfuerzo para bajar la lista de espera. Lo único que pido es: desandemos el camino”, dijo Gallart, según la grabación de su intervención obtenida por El País. Más pacientes esperando a que les operen o les atiendan, más beneficios para la empresa. La duda ofende.

El modelo de “colaboración público-privada” en sanidad del Gobierno de Isabel Díaz Ayuso ofrece aquí los resultados previsibles. Esta corporación privada gestiona un hospital (privado) en una localidad de 140.000 habitantes. Para todos ellos, el centro opera como si fuera un hospital público. En otras palabras, no tienen otro sitio al que dirigirse si tienen un problema serio de salud. Sus profesionales sanitarios trabajan como si estuvieran en cualquier centro público. Intentan curar a sus pacientes. Los dueños cuentan con otras prioridades. Los beneficios están por encima de cualquier otra consideración.

Los enfermos no son mala gente, pero no son tan importantes como los accionistas. En este caso, la empresa francesa Vivalto Santé. El dato relevante es que son esos accionistas los que colocaron a Gallart en su puesto con el fin de que pusiera en práctica sus ideas. Sabe lo que esperan de él, porque es lo que les prometió.

Gallart fue claro y directo. Utilizó un lenguaje que los asistentes a su discurso entendieron perfectamente: “Todos sabéis que la elasticidad de la cuenta de resultados a la lista de espera es directa”. De nuevo, hay que ser consciente de que la lógica habitual está fuera del tema que nos ocupa. No consiste en atender a los pacientes cuanto antes para solucionar sus dolencias. Ampliar las listas de espera tiene una consecuencia económica muy favorable para los objetivos de la empresa. El consejero delegado puso las cifras sobre la mesa: “Alcanzar un Ebitda (beneficios antes de intereses y amortizaciones) de cuatro o cinco millones”.

La reacción del Gobierno de Madrid fue la de afirmar que no ha detectado en Torrejón “ningún incumplimiento de las obligaciones derivadas del contrato de concesión de servicio público”. La Consejería de Sanidad ha anunciado que se reunirá con la cúpula directiva de la empresa para comprobar en qué condiciones se realiza el servicio.

Para la web de Telemadrid, la noticia no era realmente importante. Las únicas informaciones que aparecían en la tarde del miércoles sobre Torrejón de Ardoz tenían que ver con la exposición de belenes tradicionales y la celebración de macrofestivales.

Díaz Ayuso tampoco se sintió concernida. Prefirió ofrecer en Twitter una batería de titulares contra el Gobierno que mencionaban a las empresas a las que quiere controlar, una noticia falsa sobre ataques a los medios que revelan la nacionalidad de los delincuentes, Tezanos y el jefe de la UCO. Un día flojo para ella, porque no tenía nada a mano sobre ETA.

El modelo sanitario de la Comunidad de Madrid es lo que ha llevado a esta situación. Los presupuestos de las comunidades autónomas para 2025 volvieron a confirmar la tendencia de los últimos años. Madrid es la que menos invierte en sanidad por habitante cuando es desde hace varios años la región más rica de España. Díaz Ayuso alardea de que su comunidad es el motor de la economía española y la que cuenta con la mayor renta per cápita. Todo eso se debe al “acierto de las políticas de bajos impuestos, libertad económica y reducción de trabas burocráticas”, según su Gobierno.

La diferencia con otras regiones se explica en parte por las desviaciones que se producen durante el año para que el Gobierno autonómico pague las cantidades que adeuda a las corporaciones sanitarias privadas. Los cuatro hospitales de Quirón han cobrado desde 2021 hasta 2024 el doble de lo originalmente presupuestado. La suma del crédito inicial asignado a esos centros ascendió a 2.543 millones de euros, pero finalmente los pagos contabilizados al cierre de cada uno de esos ejercicios se disparó hasta los 4.803 millones, según publica hoy elDiario.es.

El trasvase de los pacientes de la sanidad pública a la privada es una de las razones que explican estas cantidades. Los hospitales públicos funcionan con unos recursos muy ajustados y, por tanto, insuficientes, con lo que no tienen más remedio que derivar enfermos a los centros privados. El Gobierno prefiere afirmar que estos desfases se deben a la “libre elección” del paciente, que a su vez está condicionada por las listas de espera en la sanidad pública.

No es una desviación. Forma parte del modelo sanitario impuesto por el Partido Popular en Madrid desde los tiempos de Esperanza Aguirre. No cabe duda de que sus responsables no esperaban que un arrebato de sinceridad del consejero delegado de una de esas empresas beneficiadas mostrara que los pacientes son números que se pueden ajustar para aumentar los beneficios. Quizá lo daban por hecho, pero confiaban en que no trascendiera a los medios de comunicación.

La oposición no ha dejado pasar esta oportunidad. “El dinero por encima de las vidas”, resumió la ministra de Sanidad, Mónica García. “Lo que hemos sabido del hospital de Torrejón demuestra que se trata a los pacientes como clientes. Las privatizaciones convierten un derecho de todos en el negocio de unos pocos”, dijo el ministro Óscar López, líder del PSOE madrileño.

Hasta Pedro Sánchez creyó oportuno intervenir para ajustar cuentas con su némesis: “Este es el modelo del PP: hacer de la salud un negocio y de la enfermedad una oportunidad para enriquecerse”.

La libertad que siempre está en los labios de Ayuso no es tan deseable si te mueres esperando a que te operen. Gallart lo tiene claro. Menos operaciones quirúrgicas, menos personal, más listas de espera, más beneficios. “Hay muchísimas teclas que podemos tocar”. El Ebitda es lo que le da la vida a la empresa que le paga. Los pacientes pueden esperar.