Las conchas marinas han servido durante siglos como emisoras naturales de sonido. Comunidades costeras de Asia, África y América soplaban en grandes caracolas para enviar señales, convocar a grupos o acompañar ceremonias. En muchos archipiélagos del Pacífico, los pescadores las empleaban para avisar a los aldeanos del regreso de las embarcaciones. En zonas del Índico, los buzos usaban trompas de molusco para marcar el inicio y el final de las inmersiones.
Esa tradición sonora, presente en regiones distantes, se basa en la capacidad de las conchas para proyectar un tono prolongado que atraviesa el viento y el agua con intensidad suficiente para orientar a otros a varios kilómetros. La arqueología europea ha demostrado que ese mismo principio se aplicaba ya en tiempos prehistóricos.
Los hallazgos en Catalunya revelan una red sonora prehistórica
Las investigaciones en Catalunya, dirigidas por la doctora Margarita Díaz-Andreu y el arqueólogo Miquel López-García , han confirmado la existencia de trompas elaboradas con caracolas marinas gigantes. Los objetos, datados entre el 4500 y el 3500 a.C., fueron localizados en la depresión prelitoral del Penedès y en el tramo inferior del río Llobregat . Ambos lugares, situados al oeste de Barcelona, concentraban asentamientos con fuerte actividad agrícola y minera. Los expertos destacan que la repetición de hallazgos en un área tan limitada sugiere una práctica común de comunicación acústica entre comunidades cercanas .
Los resultados de las pruebas acústicas refuerzan esa idea. Las trompas producen un sonido de enorme potencia , superior a los 100 decibelios, suficiente para atravesar terrenos abiertos o con vegetación densa. Miquel López-García , que además de arqueólogo es trompetista profesional, sopló en varios ejemplares bajo supervisión de los museos que los conservan. Las caracolas respondieron con notas estables, de timbre grave y vibración prolongada . Esa respuesta sonora, según explicó el investigador, demuestra que servían para emitir señales codificadas , aunque también podían generar melodías simples mediante la modulación del tono.

La localización de estos instrumentos cerca de las minas de Gavà ofrece una pista sobre su utilidad. En ese entorno se extraía variscita , un mineral verde empleado para fabricar adornos muy valorados. Las trompas, distribuidas en asentamientos separados por decenas de kilómetros, habrían permitido coordinar la actividad minera y agrícola , facilitando la comunicación sin desplazamientos visuales. Las pruebas arqueológicas muestran que las caracolas fueron recolectadas después de la muerte natural del molusco , lo que indica una intención clara de aprovecharlas por sus propiedades acústicas y no como alimento.
Los paralelos europeos confirman una tradición sonora milenaria
La comparación con otros hallazgos europeos ha revelado una continuidad sorprendente. Las caracolas catalanas comparten rasgos con la trompa encontrada en la cueva de Marsoulas , en el sur de Francia, datada en torno al 18.000 a.C. Aquella pieza, considerada la más antigua conocida en Europa, confirma que el uso de moluscos como instrumentos de viento se extendió durante milenios. Los investigadores catalanes señalan que su potencia sonora, medida en laboratorio, sitúa a estas trompas entre las herramientas acústicas prehistóricas más eficaces conocidas en el continente.
El estudio, publicado en la revista Antiquity , subraya la doble función de las caracolas como medio de comunicación y expresión musical. “Las trompas de caracola son capaces de producir sonidos de alta intensidad y habrían sido muy eficaces para la comunicación a larga distancia”, explicó López-García. “Sin embargo, también son capaces de producir melodías mediante la modulación del tono , por lo que no se puede descartar su uso musical con intención expresiva”, añadió. Díaz-Andreu coincidió al afirmar que estos hallazgos “muestran cómo las comunidades neolíticas transformaron los recursos naturales del mar en instrumentos que articulaban su vida social y económica ”.
Las trompas de caracola del Neolítico catalán representan, según los autores, una tecnología sonora avanzada que precede en miles de años a los sistemas de comunicación basados en campanas o tambores. Su potencia y versatilidad ofrecen una imagen tangible de cómo el sonido podía estructurar la interacción entre aldeas, reforzar la organización del trabajo y acompañar celebraciones. De esta manera, en esas comunidades agrícolas, la voz de las conchas marcaba el ritmo de una vida coordinada por señales que viajaban por el aire igual que hoy lo hacen las ondas de radio.

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