HOMS, Siria (AP) — Hace un año, Mohammad Marwan salió a trompicones, descalzo y aturdido, de la notoria prisión de Saydnaya a las afueras de Damasco, cuando las fuerzas rebeldes que avanzaban hacia la capital abrieron sus puertas para liberar a los prisioneros.
Arrestado en 2018 por huir del servicio militar obligatorio, el padre de tres hijos pasó por otras cuatro cárceles antes de llegar a Saydnaya, un extenso complejo al norte de Damasco que se convirtió en sinónimo de algunas de las peores atrocidades cometidas bajo el gobierno del ahora derrocado expresidente Bashar Assad.
Recordó cómo los guardias esperaban para recibir a los nuevos prisioneros con una serie de golpizas y descargas eléctricas. "Decían: 'No tienes derechos aquí, y no llamaremos a una ambulancia a menos que tengamos

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