Trabajar en un albergue de animales es un acto de dedicación y, a menudo, resiliencia sobrehumana. Quienes dedican su tiempo a cuidar de perros, gatos y otros animales abandonados no solo se enfrentan a largas jornadas y tareas físicas extenuantes, sino también a un estrés emocional constante. La exposición continua al sufrimiento animal, a veces con decisiones difíciles sobre eutanasias o reubicaciones, puede generar un desgaste profundo conocido como fatiga por compasión, un tipo específico de estrés laboral que afecta especialmente a los profesionales del cuidado y la asistencia.
Junto a la fatiga por compasión, muchos trabajadores experimentan burnout, un estado de agotamiento emocional, mental y físico derivado de la presión constante y la sobrecarga de trabajo. El último estudio de

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