El mercado laboral colombiano enfrenta un desafío histórico que incide directamente en las condiciones de desarrollo y capacidad de sostenimiento económico del Estado. Construir una cultura laboral equilibrada sigue siendo un desafío estructural que exige decisiones técnicas y responsables, no discursos ideológicos.
Durante décadas, el país ha estado sometido a una narrativa polarizante que, bajo la premisa distorsionada de “igualdad”, ha confrontado de manera sistemática a empleadores y trabajadores. Ese discurso ha distorsionado la figura del empresario, reduciéndolo a un opresor y desconociendo su papel esencial en la productividad y la generación de empleo.
La función gubernamental, conforme a los principios constitucionales, debe ejercerse bajo criterios de neutralidad y orientación

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