La crisis forense que atraviesa México es, ante todo, una manifestación extrema de la crisis humanitaria más profunda que vive el país desde hace al menos dos décadas: la desaparición de personas. En un Estado constitucional, la ausencia de verdad, de búsqueda eficaz y de identificación digna de quienes han sido arrebatados a su comunidad constituye una falla estructural que se inscribe en el núcleo ético de la vida colectiva. No se trata simplemente de la acumulación de cadáveres en instalaciones rebasadas; se trata del silenciamiento del Otro, del borramiento del rostro que, como diría Levinas, es siempre una interpelación ética anterior a cualquier institución o norma.
La desaparición de personas sigue siendo quizá la violación de derechos humanos más devastadora de la vida pública mex

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