El caso de Antonio Navarro en Torremolinos no es una anécdota local, es un botón de muestra de cómo funciona hoy el PSOE a nivel nacional cuando se cruzan tres palabras que le incomodan: acoso, poder interno y feminismo. La denuncia de una militante llega a la Comisión Antiacoso en junio, el expediente se queda meses atascado y solo cuando la Fiscalía abre diligencias y el escándalo salta a los medios se dispara la maquinaria: suspensión cautelar, gestora urgente y mensajes sobre la “tolerancia cero”. Hasta entonces, silencio administrativo y prudencia con el compañero de partido.

No es un caso aislado. En distintas federaciones se repite el patrón: protocolos que se venden como modélicos, pero que en la práctica avanzan al ritmo que marca el cálculo político. Si el asunto amenaza con dañ

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