Durante quince años, el psicólogo clínico —cuyos nombres y centros se reservan por respeto a su discreción— ha sostenido con su trabajo aquello que muchas veces no se ve, pero que sostiene la vida misma: la salud mental de cientos de personas en Pasto y en distintos municipios del departamento de Nariño.

En un territorio donde el sufrimiento emocional se expresa con fuerza, las cifras hablan con crudeza. Solo en 2024, Nariño reportó cerca de 1.335 intentos de suicidio; un número que estremece no solo por su magnitud, sino porque una gran parte corresponde a jóvenes y adolescentes, en especial mujeres entre los 10 y 29 años. Pasto, la capital, registra una tasa de 38,9 intentos por cada 100.000 habitantes, una de las más altas del país.

Frente a esta realidad, su labor ha transcurrido lej

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