La creatividad suele presentarse como un talento misterioso, reservado para artistas o inventores. Sin embargo, puede entenderse mejor como un músculo: uno que necesita uso constante para fortalecerse. El error común es creer que la inspiración llega como un rayo divino. En realidad, gran parte de las ideas surgen tras un proceso disciplinado que combina observación, rutina y apertura a la incertidumbre.

El punto de partida es la atención. El cerebro creativo no necesariamente ve más cosas; simplemente mira de otra manera. Se permite cuestionar lo habitual, examinar lo que parecería irrelevante y detectar patrones invisibles para otros. Esta actitud se cultiva entrenando la curiosidad. Leer sobre temas diversos, visitar lugares nuevos o hablar con personas de contextos diferentes amplía e

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