Hace dos décadas, la instalación de una planta para producir pasta de celulosa frente a Gualeguaychú se convirtió en un problema que terminó con dos países hermanos enfrentándose en la Corte Internacional de La Haya. El origen fue que de un lado del río descubrieron que la planta traía beneficios solo para la otra orilla y en cambio todos los perjuicios eran para la orilla propia.
Es cierto que no se cumplieron las peores profecías de quienes promovieron lo que, aún hoy, muchos llaman “la gesta de Gualeguaychú”: no se verificó que “Botnia mata” (como todavía se puede leer en el cruce de acceso a la ciudad entrerriana, aunque la empresa ahora es UPM Fray Bentos), no nacieron bebés con malformaciones a causa de la planta, ni el río aparece más contaminado de lo que ya registraban los inform

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