Inquieto como todo adolescente, tuvo una existencia feliz. Nada presagiaba la tragedia que estaba por ocurrir.

Con su papá en la isla, esperándolos, había sido testigo y participe de las visitas a Venezuela, en espera de una mejoría económica para quedarse.

Cada vez que lo intentaban, le tomaban el pulso a las finanzas y se devolvían. Era difícil sostenerse y vivir con la holgura a que se habían acostumbrado.

Esta sería la última vez, con la casa en Tucupita remozada, lista para ser habitada, se preparaban para recoger sus pertenencias.

Así se lo dijo Herminia María y él muchacho de 15 se lo tomó bien, había llegado la hora. Por fin, se asentarían.

La vuelta tan anhelada no aconteció, un obstáculo insalvable se interpuso en el camino. Las fuertes olas voltearon sus ilusiones y arrasar

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