Aquella noche del 1 de agosto de 1990, los 385 pasajeros del vuelo 149 de British Airways se subieron al avión pensando en sus vacaciones. El destino final era Kuala Lumpur, pero el vuelo haría una escala para repostar en Kuwait. Un trámite, poco más que una parada técnica. Pero algo salió mal. O muy mal. Mientras el avión estaba en el aire, Irak invadió Kuwait . Y, aun así, nadie desvió la ruta.
El resultado: el avión aterrizó en un aeropuerto invadido por las tropas de Sadam Huseín. En cuestión de minutos, todos los pasajeros se convirtieron en rehenes del dictador iraquí.
¿Mala suerte? Los pasajeros no lo creen
La versión oficial del Gobierno británico siempre ha sido la misma: fue una tragedia causada por una combinación de mala suerte y mala comunicación. Pero los pasajero