Julius Robert Oppenheimer, conocido como el "padre de la bomba atómica", reflexionó tras la explosión de la primera bomba atómica en 1945, recordando las palabras: "Me he convertido en la muerte, el destructor de mundos". Este evento, parte del ensayo denominado "Trinity", marcó un hito en la historia, seguido por el devastador bombardeo de Hiroshima y Nagasaki, que causó más de 100.000 muertes casi instantáneamente.
La historia de la bomba atómica comenzó el 19 de diciembre de 1938, cuando los químicos alemanes Otto Hahn y Fritz Strassmann lograron dividir un átomo de uranio, liberando una gran cantidad de energía. Este descubrimiento fue analizado por Lise Meitner y Otto Frisch, quienes lo denominaron "fisión nuclear" en 1939. Albert Einstein, preocupado por el potencial militar de este hallazgo, alertó al presidente de Estados Unidos, Franklin Delano Roosevelt, sobre la posibilidad de que Alemania desarrollara armas nucleares.
La advertencia de Einstein y su colega Leo Szilard llevó al gobierno estadounidense a destinar fondos para la investigación militar en octubre de 1939. Mientras tanto, en Alemania, el físico Werner Heisenberg recibió financiamiento para sus propias investigaciones nucleares, aunque el programa alemán no alcanzó el mismo nivel de desarrollo que el estadounidense debido a la falta de recursos y prioridades del régimen nazi.
Con la entrada de Estados Unidos en la Segunda Guerra Mundial, Roosevelt ordenó acelerar el desarrollo de la bomba atómica, que se llevó a cabo bajo el "Proyecto Manhattan". Este proyecto, que comenzó en 1942, fue dirigido por Oppenheimer en el laboratorio de Los Álamos, Nuevo México. Allí, se concentraron los esfuerzos de cientos de científicos para crear la primera bomba atómica.
El "Proyecto Manhattan" se centró en dos diseños de armas nucleares. El primero, conocido como "Little Boy", era un modelo de cañón que utilizaba uranio 235 y fue lanzado sobre Hiroshima el 6 de agosto de 1945. El segundo, llamado "Fat Man", era un diseño de implosión que utilizaba plutonio y fue lanzado sobre Nagasaki el 9 de agosto de 1945.
La rendición de Alemania el 9 de mayo de 1945 dejó a Japón como el único adversario en la guerra. A pesar de la rendición alemana, el conflicto continuó en el Pacífico, lo que llevó a Estados Unidos a utilizar las bombas atómicas en un intento de poner fin a la guerra rápidamente. La devastación causada por estos bombardeos cambió el curso de la historia y dejó un legado duradero en la política y la ética de la guerra.