Por Davis Orellana

El anuncio de reformas que abren la puerta a la reelección presidencial sin límite en El Salvador, aprobadas a toda prisa por una Asamblea dominada por el oficialismo y celebradas por un mandatario con popularidad récord, no es una victoria democrática, sino el preludio de su desmantelamiento. La escena ya la hemos visto: cuando un solo líder controla el Ejecutivo, el Legislativo y la Corte Suprema, la línea que separa la legalidad del caudillismo se vuelve imperceptible.

La alternancia no es un capricho: es un dique constitucional

Desde el siglo XIX, los diseñadores de constituciones en sistemas presidenciales han recurrido al límite de mandatos para impedir la tentación de quedarse “para siempre”. Estudios recientes sobre “cláusulas pétreas” de no–reelección demuest

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