La autora mexicana publica en Yegua de Troya, como parte de la selección realizada por Gabriela Wiener, 'Nuestra gloria los escombros', una obra fragmentaria que se pude leer de diferentes maneras y que aborda temas como la pérdida de identidad indígena
Las ‘autoras migra’ buscan más lectores: “España no es blanca, también es marrón”
Si desaparecemos, nuestro cuerpo podrá ser reconstruido a partir de un diente. Un pedazo mínimo es lo que se necesita para traer, de nuevo, una identidad al mundo. El estado de la dentadura dice mucho de nosotros mismos: si tuvimos la posibilidad de costear una buena salud mental, la herencia genética que nos legaron o el tipo de vida que llevamos. La escritora mexicana Lucía Calderas imaginó su última obra, Nuestra gloria los escombros (Yeguas de Troya, 2025) como un recorrido a partir de los dientes, una cartografía donde confluyen lo privado y lo público, lo material y lo simbólico.
“Justo en la época que estaba escribiendo se me cayó un diente”, explica la autora a elDiario.es, sentada en un café de la colonia Santa María, en la Ciudad de México. En aquel tiempo, las continuas visitas al dentista supusieron uno de sus escasos momentos de descanso: “Podía por fin sentarme y no hacer nada, pensar”.
Así comenzó a conectar las diferentes temáticas que atraviesan Nuestra gloria los escombros, que también son algunas de las que afectan al vasto y diverso territorio llamado México: desde la pregunta por la identidad, tan presente en un país donde las comunidades indígenas continúan reclamando derechos frente al olvido institucional, hasta el retrato de violencias como el machismo, el racismo y la desaparición. Según los últimos datos oficiales, ya son más de 125.000 las personas desaparecidas en México, una crisis que el Ejecutivo de Claudia Sheinbaum no logra atenuar, pese a las demandas de la sociedad civil.
No tiene sentido encasillar Nuestra gloria los escombros en un solo género; tampoco importa, dice Calderas: “Es como preguntarnos qué es un hombre o qué es una mujer, ya no es relevante, tampoco si es novela o ensayo”. Junto al texto hay un acompañamiento visual en forma de collages e imágenes recuperadas por la autora de su casa familiar, en el Estado de México. Ella nació en 1999 en el cinturón habitado por 15 millones de personas que rodea la capital del país y que constituye parte fundamental de su fuerza de trabajo. “De aquí soy/ hasta aquí quiero llegar/ mi hogar / mi amor / el inferno / mi gloria mal decida / mi tierra. / escasez de agua aunque nos sobran lágrimas / narcoestado, silencio, cuna de sangre, sueño / otro tipo de riqueza”, escribe Calderas en Segundo molar derecho, un fragmento del libro donde las palabras forman los contornos del Estado de México, también confundibles con los de un corazón humano.
Una obra sobre dejar de ser indígena
“Hay una perspectiva muy caricaturizada de lo que es el barrio, la periferia”, opina Calderas. “Es doloroso porque refuerza estereotipos, creo que los personajes y las historias que se cuentan merecen una representación honesta, una reflexión más profunda”. Al pensar en quienes sí complejizan este tema, cita a autores como Francisco Antonio de León Cuervo, poeta mazahua que trata la migración y desplazamientos que sufre esta comunidad, el grupo indígena más numeroso del Estado de México.
La traducción de Nuestra gloria los escombros al mazahua es una asignatura pendiente para la autora, pues “cree que es algo importante y que afecta a la comunidad”. Calderas celebra la proliferación de la literatura en lenguas indígenas, pero incide en la necesidad de crear programas para estudiar y aprender dichas lenguas. Para no olvidarlas: “Puedes hacer miles de colecciones, pero… ¿quién las va a leer?”, apunta.
Parte de la herencia de Calderas proviene del pueblo mazahua, y la cuestión de la identidad indígena está muy presente en el libro, que para ella “no es una obra sobre ser indígena, sino sobre cómo dejar de serlo”, sostiene. En Nuestra gloria los escombros aparece la figura de Lucía, su bisabuela mazahua, la primera que comenzó a transmutar dicha identidad mediante el desarraigo que implica la migración. “Es una transición, como las de género, cuando migras y pierdes tu identidad también mueves afectivamente muchas cosas de lugar”, afirma Calderas, que dice haber encontrado en el giro afectivo y la teoría queer herramientas para sostener su escritura. También en la práctica del burlesque: “Somáticamente el movimiento me ha dado una libertad que las palabras no podrían”.
La escritura fragmentaria y la original estructura del libro —que se puede leer de varias formas, tal y como se sugiere al final— apelan al lector como ente creativo. “Es una forma de que también se apropien de la lectura, de despertarlos y capturar su atención”, argumenta la autora. La obra de Calderas había aparecido previamente en antologías de autoras emergentes mexicanas como Monstrua, coordinada por Gabriela Jauregui y Brenda Lozano para la UNAM, y Tsunami 3, en Sexto Piso —quien también publica Nuestra gloria los escombros en México—, pero esta ha sido su primera colaboración con una editorial española.
Yegua de Troya es la reapropiación de Gabriela Wiener del sello Caballo de Troya, perteneciente a Penguin Random House, para el que la escritora y periodista peruana tomó el relevo de Sabina Urraca como editora invitada en 2025 y 2026 con el objetivo de dar cabida a voces disidentes del sur global. “Yo ya tenía este libro armado hacía años, pero llegó a manos de Gabriela”, agradece Calderas.
Recuerda cómo su padre, la única persona con hábito lector en la familia, le llevaba de pequeña a las ferias del libro. Fue en esos espacios, al conocer a autoras infantiles, cuando por primera vez pensó que dedicarse a la escritura era una posibilidad. Desde entonces, lee “mucho y de todo, incluso autoyuda”, afirma, y prueba de ello son las múltiples referencias que habitan Nuestra gloria los escombros: además de Francisco Antonio de León, también están Clarice Lispector, Marvin Castillo Solís, Reinaldo Arenas, Raúl Zurita, Victoria Equihua, Iveth Luna Flores, Sayak Valencia, Siobhan Guerrero, Eduardo Lizalde, Hanif Abdurraquib y Benjamín León. Como referente española, aunque no aparezca en esta obra, Calderas cita a la canaria Andrea Abreu: “Me gusta muchísimo”.
“Me asustaba la responsabilidad del autor, pero ahora no tanto”, reflexiona. “Creo que últimamente en México se celebran mucho las voces de las autoras, se están diversificando los lectores, pero también es disociante cómo hay voces que se enaltecen y por otra parte seguimos teniendo trabajos de 8 a 5”, manifiesta. “Todavía vivimos [en México] bajo el terror de las desapariciones, pero es muy bueno que existan esas voces”. Ella seguirá explorando nuevas estructuras para contar aquello que atraviesa, desde el dolor de un diente hasta el sentir de un país entero: “Es un reto creativo”.