Una desbordante edición videográfica recupera uno de los clásicos contemporáneos del 'indie' estadounidense del siglo XXI en óptimas condiciones, tanto en el montaje cinematográfico originalmente exhibido como en el posterior montaje extendido
‘Weapons’, divertidísimo y absorbente terror novelesco que confirma a 2025 como un gran año para el género
Esta vez no se trataba de un hombre enmascarado armado con un cuchillo, al estilo de La noche de Halloween, sino de una amenaza más inconcreta. Con Donnie Darko, el primer largometraje de Richard Kelly (The box), los sucesos extraños llegaron a un supuesto paraíso suburbial de los Estados Unidos. El protagonista cuyo nombre da título al filme, Donnie, es un adolescente de mirada oscura que experimenta episodios de sonambulismo. Una noche recibe un aviso en sueños, o una visión, cortesía de un desasosegante conejo antropomórfico: su mundo terminará en unos pocos días.
Con el vigesimoquinto aniversario del filme en el horizonte (se estrenó en Sundance en 2001), Selectavisión ha relanzado el filme en una edición videográfica en soportes Blu-ray y Ultra Alta Definición. Tanto el montaje cinematográfico como el posterior montaje extendido presentado en 2004 se incluyen en cada uno de los dos formatos. La calidad de imagen es magnífica, y no se pretende ocultar el origen fotoquímico del filme para hacer que su aspecto converja con la actual hegemonía de la imagen digital: Kelly empleó una película especialmente granulosa para el rodaje, y esta digitalización preserva ese aspecto. La edición también incluye un disco de materiales añadidos, un cedé con la banda sonora y un libreto con diversos textos críticos.
De alguna manera, Donnie Darko puede leerse como un cuento de fantasmas con explicación sci-fi. Y se puede considerar un eslabón relevante en la cadena de una cierta tradición abstracta de ciencia ficción indie estadounidense, más o menos rigoristamente low cost, compuesta por obras que se separan de los efectos especiales costosos. Obras que emplean elementos fantásticos en mundos más o menos cercanos a lo cotidiano, sin trasladar la acción a naves espaciales o a tiempos lejanos por venir. Películas como Primer o aquella Coherence que también cultivan las atmósferas inquietantes.
A la vez, la conducta del héroe extraño del filme encaja con el cuadro alucinatorio que podría sufrir un paciente de esquizofrenia paranoide en situación de crisis. La narración puede leerse bajo dos líneas interpretativas. ¿Es un thriller psicológico marcado por las experiencias trastornadas de un personaje cuyo punto de vista delirante afecta la fiabilidad del relato? ¿O es una teen movie sci-fi de un joven inmerso en algún tipo de experiencia que tiene que ver con anomalías temporales? ¿O es ambas cosas, en proporciones (muy) variables? Kelly añade a la mezcla posible algunos momentos que flirtean con el lenguaje del cine de terror sin que todo ello parezca un pastiche, sino una unidad que fluye de manera remarcablemente homogénea.
El entonces joven realizador estadounidense también optó por ofrecer una experiencia que no dirigiese completamente a la audiencia. La obra tenía algo (o bastante, o mucho) de thriller lynchiano donde lo importante, más que buscar explicaciones cerradas y respuestas claras, era disfrutar del viaje. De ahí que uno de los elementos añadidos en el extendido montaje del director, la inclusión de textos del libro ficticio sobre viajes en el tiempo que lee el protagonista, fuese muy discutida. Para muchos, supuso explicitar demasiadas cosas. Algo que no solía hacer el añorado ilusionista fílmico de Montana, David Lynch.
Un 'Carretera perdida' parido por y para la Generación X
A su manera, Donnie Darko mitigaba una frustración posible: que Lynch nunca hubiese hecho una teen movie. Aunque se acercase a ello, en sus películas solía estar muy presente el mundo plenamente adulto. Véase el caso de la televisiva Twin Peaks, originalmente repleta de personajes jóvenes (estudiantes incluidas, con las correspondientes escenas de diálogo en pasillos de instituto delante de taquillas metálicas), pero cuyo relato estaba vertebrado alrededor del agente Dale Cooper como explorador de una realidad lógicamente intergeneracional. Nada que ver con esas películas donde la chavalada es el eje y los adultos están prácticamente desaparecidos.
Kelly no pretendió fusionar a David Lynch con John Hughes (el maestro de la comedia adolescente ochentera, autor de obras como El club de los cinco), pero sí que otorgó al joven Donnie y su vida familiar y de instituto una centralidad que no se daba en los thrillers lynchianos. Y muchos de los recursos que empleó pueden recordar a los juegos abracadabrantes del creador de Corazón salvaje. Las oscilaciones de luz como elemento que presagia la aparición de algo innatural, los montajes de imágenes que se funden y que sugieren aparentes fusiones entre planos diferentes de la existencia o de la realidad. Los personajes con psiques al límite, acechados por pesadillas, visiones o posesiones. Y ese uso peculiar de aspectos de la ciencia ficción (véase la misma Twin Peaks).
En todo caso, Donnie Darko también incluye aspectos que se alejan mucho de lo lynchiano. Como una mirada explícitamente politizada a la realidad, algo que el autor de Carretera perdida siempre rehuyó. Como miembro de la Generación X, Kelly había crecido realmente en los años 80 del siglo pasado, pero no optó por la idealización ni la réplica acrítica. Y escenificó que la década de los ochenta en los Estados Unidos no fue, para nada, un oasis apolítico.
Con las elecciones entre George H. Bush y Robert Dukakis como trasfondo que aparece en las televisiones, Kelly dibuja una pugna ideológica que va más allá de lo parlamentario. La derecha religiosa (junto con aliados como un emprendedor gurú de la autoayuda) llevaba su lucha a las escuelas y a otros espacios. El guionista y director la caricaturiza como una acción orgullosamente antintelectual, apegada a las certezas ciegas o los binarismos groseramente simplificadores. Lo hace especialmente mediante la figura de una profesora que podría considerarse uno de los puntos débiles del filme: de tan ridícula e ignorante como se la dibuja, acaba un tanto desprovista de humanidad.
Caricaturas del extremismo al margen, Kelly consiguió que su enigmática trama se desarrollase en algo parecido a un mundo complejo, con personajes que van más allá del estereotipo. Aunque el filme tiene un protagonista central, encontramos a su alrededor a seres que son algo más que marionetas o clichés. Los padres del protagonista, por ejemplo, son algo más que estereotipos con patas de un matrimonio convencional en los suburbios.
Eres raro, pero lo decía como un cumplido
Fácilmente, Donnie Darko puede considerarse una de las mejores obras del cine indie estadounidense del siglo XXI. Ha conseguido ganar su estatus con una brillante mezcla de elementos que pueden resultar familiares y de peculiaridades que añaden interés al conjunto. Su cuidada estética también va en una línea parecida: las formas y la narrativa visual del filme no resultan revolucionarias, pero están muy cuidadas. En sus primeros minutos, por ejemplo, se presenta sin necesidad de palabras, a golpe de gestos, música de fondo y algún movimiento de cámara virtuoso, al grueso de personajes.
Más allá de la combinación astuta de técnicas cinematográficas y de convenciones de las narrativas de género, el primer largometraje de Kelly también parece incluir una cierta expresión de preocupaciones. Habla del miedo a la soledad del adolescente que ve acercarse la vida adulta. De la angustia existencial ante la mortalidad humana y ante la posibilidad de que no haya ese más allá que promete el cristianismo. En paralelo, abordaba la sexualidad impaciente del protagonista y sus amigos, las fantasías lúbricas alrededor de Los pitufos o la telecomedia Matrimonio con hijos.
El relato transmite una especie de alineación calmada con la rebeldía del adolescente que desprecia las hipocresías, que se enfada con los charlatanes y sus atajos simplificadores. Aunque la cinematografía suele transmitir una cierta distancia, puede intuirse una acidez contenida. Y una simpatía hacia ese Darko que mira con enfado y frustración el universo aburguesado que le rodea. Lo curioso, y humano, es que las diversas misiones en las que se embarca el protagonista persiguen que él salve ese mundo que critica, pero que también es el lugar al que pertenece y donde viven las personas a las que ama.