La cárcel. El calabozo. La mazmorra. El castigo. Desde tiempos ancestrales, el acto punitivo ha estado presente como uno de los estandartes de la humanidad. En los hechos y en el lenguaje se ha transitado en búsqueda de la “racionalización” de la pena. Hace décadas, en los viejos manuales de las disciplinas penales, el profesor Eugenio Cuello Calón, definía a la pena como “el sufrimiento impuesto por el Estado en ejecución de una sentencia al culpable de una infracción penal”.
En buena medida y pese a la infinidad de subterfugios lingüísticos y teoréticos que se han incorporado para presentarla con tesitura blanda, la pena, sigue implicando lo que ese tratadista español señalaba como piedra angular de su definición. La pena, en su sentido paradigmático, es sufrimiento, es aflicción. Y una