
Las Unidades Móviles de Cribado están demostrando que llevar la sanidad directamente a la calle puede marcar la diferencia en el control de la hepatitis C. A partir de pruebas rápidas y portátiles, están alcanzando a grupos de difícil acceso —como personas sin hogar, usuarios de drogas o migrantes en situación irregular—, ayudándoles así tanto en el diagnóstico como en el inicio de un tratamiento efectivo.
Este modelo, más cercano y flexible, proporciona una atención sanitaria sin dejar atrás a los más vulnerables. Según el doctor Pablo Ryan, están venciendo así las desigualdades en el acceso a la salud y ayudando a que el objetivo de eliminar la hepatitis C en España esté cada día más cerca. La medicina deja así de esperar al paciente en el hospital para ir en busca de aquel que más lo necesita.
PREGUNTA.- ¿Qué son las Unidades Móviles de Cribado (UMC)?
RESPUESTA.- Son equipos sanitarios que funcionan fuera de los centros de salud y se desplazan justamente donde viven las personas con acceso limitado al Sistema Nacional de Salud (SNS). Es la esencia de la medicina de calle: acercarse, ofrecer educación preventiva y realizar pruebas de enfermedades infecciosas que combinan test rápidos de anticuerpos y PCR portátiles in situ para VHC, VHB, VIH y sífilis. Actúan como “microconsultas” capaces de diagnosticar, derivar para iniciar tratamiento antiviral o antirretroviral y cerrar una cita hospitalaria en menos de 24 horas, todo ello en un entorno seguro y sin burocracia.
P.- ¿Cómo se forja este proyecto?
R.- Entre 2016 y 2017 implementamos un programa de cribado de hepatitis C en usuarios de drogas de los asentamientos marginales de la Cañada Real Galiana y Valdemingómez (Madrid). Comprobamos rápidamente que la necesidad superaba aquellos enclaves y que debíamos cubrir otras zonas de la región. Hoy la Comunidad de Madrid cuenta con numerosos puntos donde se concentran estas poblaciones, y allí es indispensable ofrecer este servicio móvil.
P.- ¿Qué colectivos están más beneficiados por esta iniciativa?
R.- Personas sin hogar, usuarios de drogas inyectadas —incluidos quienes practican chemsex o slamming—, trabajadoras y trabajadores sexuales, y migrantes en situación irregular. Son grupos con prevalencias de VHC que oscilan entre el 5 % y el 10 % y con menor vinculación al sistema sanitario convencional.
P.- ¿Qué tasa de infección activa de hepatitis C están detectando en las comunidades más vulnerables?
R.- De forma acumulada, el ARN del VHC es positivo en el 6 % de los cribados realizados. En usuarios de drogas inyectadas supera el 10 %, mientras que en población migrante ronda el 5 %. Los resultados son muy favorables: la mayoría de los casos diagnosticados han sido derivados, han recibido atención y tratamiento, y se han curado de su hepatitis C.
P.- ¿Cómo están ayudando las UMC a eliminar la hepatitis C en España?
R.- Atajan el principal cuello de botella: el infradiagnóstico. Cada persona identificada, tratada y curada rompe la cadena de transmisión. Además, generamos microvigilancia epidemiológica en tiempo real entre poblaciones vulnerables y derivamos a sus contactos para cribado, amplificando el impacto comunitario.
P.- ¿Qué papel están jugando las asociaciones, ONG y trabajadores sociales en el proyecto?
R.- Suplen vacíos o “gaps” de los servicios públicos y sirven de puente de confianza. Las organizaciones locales acompañan a los pacientes, gestionan la documentación mínima y, cuando es necesario, facilitan el transporte al hospital. Sin su intervención, la vinculación al tratamiento se reduciría de forma drástica.
P.- ¿Qué métodos están utilizando las UMC para detectar el VHC en la calle?
R.- Empleamos test rápidos de anticuerpos en sangre capilar, PCR a partir de gota de sangre seca (DBS) y plataformas GeneXpert cuando la prueba rápida de hepatitis C es positiva. Todo el proceso dura unos 60 minutos. Si el resultado confirma infección activa, ofrecemos derivación y/o acompañamiento al hospital para completar estudios e iniciar tratamiento de inmediato.
P.- ¿Cuáles están siendo los principales retos para llevar a cabo esta iniciativa?
R.- Tres:
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- Financiación estable: todavía dependemos de convocatorias competitivas y patrocinios.
- Regulación de la prescripción extrahospitalaria: los antivirales son de uso hospitalario y obligan a acudir al hospital, lo que supone una barrera.
- Retención en seguimiento: las pérdidas de seguimiento son elevadas y dificultan confirmar la curación a las 12 semanas.
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P.- ¿Qué retos de futuro y mejoras estructurales considera prioritarios para consolidar la medicina de calle en el Sistema Nacional de Salud?
R.- Es crucial que las unidades móviles se consoliden como un servicio estructural del SNS, al igual que las unidades de VIH o tuberculosis. Además, en 2026 prevemos ampliar el cribado a infecciones de transmisión sexual bacterianas. La medicina de calle consiste, en esencia, en acercar el derecho a la salud a quienes nunca llegan a la consulta: los resultados demuestran que funciona.