“Quien alimenta a su enemigo, entierra su victoria.”

La democracia no es un coro afinado sino una polifonía con disonancias inevitables: ahí donde la diferencia incomoda, la vida republicana respira. El Estado de México ofrece hoy una evidencia palmaria: Morena discute en voz alta (higinismo y delfinismo), choca, negocia, muestra sus costuras. Eso, que en clave epistemológica es dato de vitalidad —porque la deliberación interna revela pluralidad real y no obediencia cortesana—, no se ha traducido en estrategia territorial eficaz. La ontología del poder mexiquense sigue definida por tres vectores: presupuesto, control municipal y relato público. Morena domina dos, pero subcontrata el tercero. Su cálculo es erróneo: tolera enclaves de la derecha como si fueran decorado de pluralismo; en la

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