Un trastorno visual no diagnosticado, además, puede limitar la interacción social, la actividad física y el desempeño escolar o laboral, afectando de forma acumulativa la salud mental.
La visión es nuestra ventana al mundo, influyendo en nuestro estado mental. Cuando falla, su deterioro puede ser imperceptible, pero sus efectos son profundos. La relación entre salud visual y salud mental es bidireccional porque dificultades para ver afectan el bienestar emocional, y problemas como la depresión o el estrés sostenido pueden influir en cómo usamos y cuidamos nuestra visión.
Esta conexión tiene bases fisiológicas claras. La luz que llega a los ojos regula la producción de melatonina, hormona clave para el sueño, y con ello el equilibrio emocional. Alteraciones en la cantidad o calidad de luz