Mantuvo atemorizado a un pueblo hasta que, misteriosamente, sus lamentos dejaron de escucharse

Se sabe que antiguamente, en los pueblos de la serranía poblana la gente tenía por costumbre reunirse al caer el sol para contar historia de muertos, aparecidos, espíritus malignos o chaneques. Y, dicho sea de paso, estas reuniones también servían para conocer los chismes del pueblo, tal como dice el refrán: “Pueblo chico, infierno grande”, por eso todo mundo se cuidaba muy bien de lo que hacía para evitar estar después de boca en boca.

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De entre todas las historias que se contaban a la luz de la luna, las que causaban más expectación y terror eran las relacionadas con la mujer que había matado a su

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