No es un eslogan bonito: es una brújula práctica. En una mañana cualquiera: lees un mensaje difícil y, antes de pensar una palabra, ya apretaste la mandíbula, el estómago se encogió y la respiración se volvió corta. No es imaginación. El cuerpo es el primer lector de nuestras emociones . Tiene conexiones nerviosas que aceleran o frenan, mensajeros químicos que preparan al organismo, y defensas que se activan o se apagan según cómo estamos por dentro. Cuando una emoción llega fuerte, el cuerpo hace lo que sabe: te pone en modo acción. Eso es útil en ráfagas breves. El problema aparece cuando nos quedamos atascados en el susto, la rabia o la preocupación durante días. Ese “ estrés de goteo ” tensa músculos, altera el sueño, revuelve el intestino, irrita la piel, sube la guardia del

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