EEUU espera convencer a Rusia con intercambios de territorios, pero el Kremlin no hace concesiones mientras gana terreno en el campo de batalla

Trump amenaza una vez más a Putin con “graves consecuencias” si no para la guerra tras la cumbre

Donald Trump y Vladímir Putin se reúnen este viernes en Alaska, en la Base Conjunta Elmendorf-Richardson, para discutir cómo poner fin a la guerra en Ucrania en un encuentro que hace diez días parecía impensable. Antes de la visita del emisario de la Casa Blanca, Steve Witkoff, a Moscú, el 6 de agosto, la intransigencia del Kremlin ante el ultimátum del presidente norteamericano para que Rusia detuviera los combates acercaba más que nunca la posibilidad de ruptura entre Trump y Putin.

El anuncio sorpresa de la cita fue un giro de guion que no esperaban en Moscú, donde ya se preparaba el terreno para nuevas sanciones; ni en Kiev, donde creían que los esfuerzos de los últimos meses para arrastrar a Trump hacia sus posiciones habían tenido éxito; ni en la mayoría de capitales europeas, donde, de pronto, se volvieron a ver apartados del proceso de negociación.

Las primeras pistas que ha dado Trump sobre el contenido de la reunión hacen temer a Volodímir Zelenski un resultado catastrófico. En el mejor de los escenarios para Ucrania, el encuentro puede suponer un nuevo triunfo del Kremlin a la hora de dilatar las conversaciones de paz y continuar avanzando en el frente. En el peor, Kiev puede verse obligada a aceptar unas condiciones de alto el fuego inasumibles, pactadas a sus espaldas.

Intercambios territoriales

“Habrá algunos intercambios, cambios de tierras”. Estas fueron las palabras de Trump que pusieron en alerta a Zelenski. Se desconoce en qué consistiría este intercambio de territorios y, de hecho, según el Wall Street Journal, Witkoff dio versiones contradictorias de lo que había discutido con Putin.

Funcionarios europeos aseguraron al periódico que, en una primera llamada, el enviado de Trump les afirmó que Rusia estaría dispuesta a retirarse de las provincias de Zaporiyia y Jersón a cambio del control total de Donetsk. Más tarde, matizó que Putin podría aceptar un alto el fuego si el Ejército ucraniano abandonaba Donetsk. Y, finalmente, cambió la interpretación y explicó que el dirigente ruso quería solamente que se congelara la línea del frente en su situación actual.

Ninguno de estos tres escenarios concuerda con las declaraciones recientes de Putin, que siempre ha reclamado la retirada de las tropas de Kiev de los cuatro territorios que se anexionó en la Constitución (Luhansk, Donetsk, Jersón y Zaporiyia), incluso de las partes que Moscú todavía no controla.

A finales de abril, Witkoff ya voló a Rusia con una propuesta que implicaba la congelación de la línea del frente a cambio de detener las hostilidades y que ofrecía también a Putin el reconocimiento de la soberanía rusa sobre Crimea o la no adhesión de Ucrania a la OTAN. Ya entonces el Kremlin la rechazó.

Rusia pide más que territorios

Además, el mismo Putin ha reiterado que sus exigencias para la paz van mucho más allá de la cuestión territorial. Rusia pide también el desarme de Ucrania, su neutralidad y (muy importante) la destitución de Zelenski con el objetivo último de establecer un gobierno prorruso en Kiev.

El politólogo Serguéi Markov, cercano al Kremlin, escribía en Telegram: “Todos los medios escriben sobre las disputas feroces por territorios, pero durante todo este tiempo Rusia ha dicho que no lucha por los territorios, sino para cambiar el carácter neofascista y rusófobo del régimen ucraniano”.

Zelenski no quiere ceder

“La respuesta a la cuestión territorial ucraniana ya está en la Constitución de Ucrania. Los ucranianos no regalarán su tierra al ocupante”, dijo esta semana Zelenski. “La cuestión territorial no se puede separar de las garantías de seguridad”, añadió.

La resistencia del dirigente ucraniano a asumir la pérdida de territorios ha molestado en varias ocasiones a Trump en los pasados meses. La última, esta semana, cuando se quejó de que Zelenski hubiera objetado que necesitaba aprobación constitucional para ceder tierras. “Tiene aprobación para entrar en guerra y matar a todo el mundo, pero la necesita para hacer un intercambio de territorios”, dijo el presidente estadounidense desde la Casa Blanca.

Según el Daily Telegraph, el presidente ucraniano solo contemplaría detener las hostilidades y renunciar a parte de sus territorios si se garantizara la entrada de Ucrania a la OTAN y el suministro de armas occidentales. Una opción que parece igualmente rechazable para Putin.

Desde Kiev, insisten en la prioridad de un alto el fuego. El jefe de gabinete de Zelenski, Mijailo Podoliak, ha declarado al Corriere della Sera que una tregua en los ataques aéreos podría ser un punto de partida para unas negociaciones de paz más amplias. Sin embargo, tampoco Putin quiere hablar de alto el fuego si no es después de pactar una solución al conflicto bajo sus términos.

¿Qué cabe esperar?

Ante la rigidez del Kremlin, en Washington ya se ha dado por hecho que en la reunión no se va a acordar el fin de la guerra. Trump calificó el encuentro como un “feel-out meeting”, es decir, una cita para explorar en qué punto está cada parte y que puede servir como preámbulo de una futura reunión (el gobierno ruso ya se ha ofrecido a acoger la siguiente). La portavoz de la Administración norteamericana, Karoline Leavitt, describió la cumbre como “un ejercicio de escucha”.

Tampoco en Moscú esperan acuerdos de calado. Para Putin, se trata ya de una victoria diplomática inédita: el primer cara a cara entre un presidente estadounidense y uno ruso desde el inicio de la invasión y, además, la primera vez que Putin pisa territorio norteamericano en diez años. En definitiva, un retorno por la puerta grande a la mesa de las potencias mundiales que deciden el destino global.

Hasta la fecha, su estrategia negociadora se ha basado en ganar tiempo a base de rechazar de forma velada las propuestas de Washington y Kiev. La cita de este viernes constituirá un éxito para el Kremlin si es capaz de emplazar a Trump a una siguiente cumbre para seguir debatiendo el fin de la guerra y, mientras tanto, conquistar nuevos territorios.

Trump insiste en la reunión Putin-Zelenski

Sin embargo, la prisa de Trump para cerrar el conflicto, aunque sea en falso, añade incertidumbre al encuentro. El Kremlin podría utilizar el ansia de la Casa Blanca para forzar a Zelenski a rechazar la propuesta rusoamericana. De este modo, calcula Putin, el presidente estadounidense entendería que es Ucrania quien desea continuar la guerra y abandonaría la mediación.

La intención de Trump es mantener una segunda reunión poco después de la primera, “si va bien”, que cuente con la presencia de Putin y Zelenski, con el objetivo de agilizar la resolución de las hostilidades.

Este es un escenario improbable, por mucho que lo desee el dirigente estadounidense, porque el líder ruso no está dispuesto a sentarse con su homólogo ucraniano. Lo considera ilegítimo y cuestiona si cabe que él sea la persona idónea para rubricar un acuerdo de paz, aunque se tratase de la rendición.

Zelenski ya lo ha venido advirtiendo: “Putin no se prepara para acabar la guerra, sino para nuevas ofensivas. Solo quiere hacer pasar la reunión como una victoria y seguir presionando a Ucrania.”

Ucrania sufre en el frente

La cumbre en Alaska llega en un momento inmejorable para Rusia en el frente. Esta semana se ha producido uno de los avances más destacados de las tropas de Moscú de los últimos meses.

Según los analistas militares de DeepState, los soldados rusos consiguieron romper las líneas defensivas del ejército ucraniano en Donetsk, capturando partes del corredor que conecta Dobropilia con Kramatorsk, una ruta clave para el suministro de armas y el movimiento logístico de Kiev, que Rusia lleva meses intentando cortar.

Maksim Zhorin, figura importante del movimiento Azov ucraniano y comandante de una brigada de asalto, asegura en Telegram que el colapso de la línea del frente puede conducir a la pérdida de toda la región de Donetsk y apunta a que la situación está lejos de quedar bajo control.