Fausto, más actual que nunca como veremos, es no obstante un mito universal que, por lo tanto, ha tenido varias versiones a lo largo de su vida. El Fausto más conocido es el de Goethe, de 1790, pero, en realidad, aunque está especialmente arraigado en Alemania, no es exclusivo del mundo alemán. Basta con recordar «La trágica historia del Dr. Fausto», de Christopher Marlowe, de 1604 o la obra de Calderón de la Barca, «El mágico prodigioso», de 1637. También es preciso recordar la leyenda de Teófilo el Penitente. O, en el siglo XIX, a Estanislao del Campo (1834-1880) en Argentina, quien escribió un Fausto con connotaciones gauchescas a raíz de su audición en un teatro de la conocida ópera de Gounod. El propio comienzo o arranque del Fausto de Goethe coincide sospechosamente con algunas obras

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