Estamos todavía en pleno horno veraniego, pero algo huele a elecciones en el ambiente y las huestes políticas de los dos grandes partidos se preparan para enfrentarse en campo abierto a la vuelta del impasse vacacional, aunque las primeras escaramuzas ya se han producido y van a ir a más de aquí al inicio del nuevo curso. Y qué mejor –o peor– excusa que los incendios para pintar la cara del adversario, sacarle los colores o acusarle de negligencias, incumplimientos, ausencias o, directamente, vagancia, estulticia y falta de profesionalidad. Es un juego perverso al que la ciudadanía, cercada por el fuego, asustada por las imágenes de televisión y preguntándose por qué el país arde por los cuatro costados, asiste incrédula al intercambio de acusaciones, esperando que, por una vez, los políti

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