Argentina ha logrado lo que parecía imposible: convertir lo insólito en rutina. Lo que en cualquier país sería un escándalo, acá es apenas un martes.

Tomemos el anuncio presidencial de que dejará de “usar insultos”. No es que haya decidido liberar totalmente el mercado de cambios, financiar la educación, mejorar un poquito las jubilaciones o enfrentar el narcotráfico. No. Lo importante es que ahora se va a portar bien. Y los analistas políticos, en lugar de preguntarse si esto es una broma, lo debaten como si fuera el Tratado de Versalles.

Mientras tanto, Cristina Kirchner, condenada por corrupción, tuitea desde su prisión domiciliaria con la soltura de quien cree que la Justicia es un trámite molesto, como renovar el registro. Debe pagar US$ 537 millones por la causa Vialidad, pero eso

See Full Page