Temprano en la mañana San Virila salió de su convento. Iba al pueblo a buscar el pan para sus pobres. Pobres eran también los habitantes de la aldea. Así, el hambre le pedía a la necesidad.
El frailecito pensó que en vez de pedirles pan debía dárselos.
Nada le habría costado hacer el milagro de multiplicar los panes, igual que hizo Jesús. Pero eso habría sido imitar las obras de Nuestro Señor, y San Virila no quiso cometer tal irreverencia.
Además los milagros rompen el orden natural de las cosas, y eso tampoco es bueno. En vez de regalarles el pan, el santo les dijo a los aldeanos que restando vicios y multiplicando trabajos se allegarían el pan por ellos mismos.
Cuando San Virila regresó al convento sus hermanos le preguntaron qué milagro había hecho ese día.
Respondió: Hice el mila