
Los exploradores españoles del siglo XVII sabían que en algún lugar de la selva lacandona existía un asentamiento indígena que les había eludido durante décadas. Las crónicas hablaban de un enclave protegido por ríos caudalosos y un entramado vegetal casi infranqueable, donde sus habitantes se movían con soltura y conocían rutas invisibles para los forasteros.
El acceso requería travesías a pie por zonas pantanosas y jornadas en canoa contra la corriente, en un entorno que desorientaba a cualquiera que no hubiera nacido allí. Esa geografía hostil fue el escudo perfecto que permitió a la llamada Tierra del Jaguar Blanco mantenerse oculta mucho más allá de lo que la Corona española podía tolerar.
Un modelo digital guió la búsqueda hasta un punto exacto en medio de la vegetación
El reciente hallazgo de Sak-Bahlán , identificado como la mítica Tierra del Jaguar Blanco, ha sido posible gracias a una estrategia que unió arqueología de campo y tecnología avanzada. Bajo la dirección de Brent Woodfill , de la Universidad de Winthrop, y Yuko Shiratori , de la Universidad de Rissho, un equipo internacional se adentró en la Reserva de la Biosfera Montes Azules con un plan trazado a partir de modelos geoespaciales diseñados por Josuhé Lozada Toledo , del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH).
Estos modelos, basados en el software ArcGIS Pro , incorporaron información de topografía, hidrografía y vegetación, así como descripciones de rutas coloniales tomadas de cartas del fraile Diego de Rivas en la década de 1690.
El trazado histórico indicaba un recorrido que combinaba jornadas a pie y navegación fluvial por el río Lacantún hasta llegar a su confluencia con el Pasión. Con esta referencia, el equipo delimitó un área de búsqueda en la frontera actual entre México y Guatemala , donde las imágenes satelitales y la observación directa revelaron estructuras que coincidían con las descripciones mayas y coloniales. Allí, las excavaciones iniciales expusieron cimientos de piedra, fragmentos cerámicos y restos de una iglesia que situaban la ocupación en el periodo posterior a la conquista.
La pérdida de líderes debilitó la ciudad y facilitó su ocupación
Sak-Bahlán, capital de los lacandones-ch’olti’es desde finales del siglo XVI, fue concebida para resistir. Sus edificios carecían de monumentalidad, lo que reducía su visibilidad y facilitaba el camuflaje en el entorno selvático. Tras la caída de Lacam-Tún en 1586, sus pobladores optaron por internarse en esta zona remota, donde mantuvieron la autonomía durante más de un siglo. Allí cultivaban maíz y frutales, criaban guajolotes y celebraban ceremonias en cuevas cercanas, mientras mantenían intercambios comerciales y alianzas estratégicas con otros grupos mayas.
La ocupación terminó en 1695, cuando una expedición hispana , guiada por aliados indígenas, entró en la ciudad sin resistencia armada. El lugar fue rebautizado como Nuestra Señora de los Dolores y, pocos años después, quedó deshabitado. En el registro histórico, la última mención proviene de 1769, cuando el alcalde mayor de Suchitepéquez localizó a tres supervivientes en un pueblo guatemalteco. Este episodio cerró la historia de un asentamiento que había sido referencia de resistencia y que, con el paso del tiempo, desapareció del mapa.
La investigación actual, respaldada por el INAH y con resultados que serán publicados en la revista Chicomoztoc , ha documentado un trazado urbano con plazas, estructuras comunales y vestigios que sugieren una red de contactos más amplia de lo previsto. Los arqueólogos planean utilizar tecnología LiDAR para penetrar el dosel selvático y obtener un mapa completo del sitio , lo que podría revelar áreas agrícolas, caminos y zonas ceremoniales aún ocultas.
Para los investigadores, este hallazgo no solo llena un vacío en la historia de Chiapas, sino que confirma que la conquista española en la región fue un proceso largo, con territorios que prolongaron su independencia durante generaciones. Sak-Bahlán encarna esa persistencia y, ahora que vuelve a aparecer en los registros, también recupera su lugar en la memoria arqueológica.