Si las Kardashian son la realeza del reality en tacones, los Díaz son su contraparte masculina en chancletas. Una familia costeña que, sin proponérselo, se convirtió en la novela que los hombres siguen con el mismo interés con el que ven un partido de Champions.

Todo comenzó cuando Lucho Díaz saltó a la fama, pero el verdadero espectáculo no estaba solo en la cancha. Cada gol que metía en Inglaterra venía acompañado de un nuevo capítulo en casa: el papá contando anécdotas a periodistas, la mamá soltando frases que se volvían virales, y los primos, tíos y sobrinos apareciendo en cada transmisión como si fueran parte del elenco oficial.

El punto de quiebre fue el secuestro de sus padres: un drama que paralizó al país y que, sin cámaras de producción, tuvo más tensión que cualquier final de

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