Las tensiones entre Ucrania y Rusia se intensifican mientras el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, y el presidente ruso, Vladimir Putin, se reúnen en Alaska. Este encuentro, que se llevó a cabo en la Base Aérea Elmendorf-Richardson, coincide con una noche de ataques aéreos en Ucrania, donde se han derribado casi un centenar de drones.
La reunión, que marca el regreso de Putin a territorio occidental desde el inicio de la guerra en Ucrania, comenzó con un apretón de manos ante la prensa. Trump, que había anticipado la posibilidad de un acuerdo, se mostró optimista, afirmando que habían hecho "grandes avances". Sin embargo, no se logró un acuerdo formal para poner fin al conflicto.
Putin, por su parte, mencionó que habían alcanzado un "entendimiento" sobre Ucrania, pero advirtió a Europa que no interfiriera en el progreso de las conversaciones. La falta de un acuerdo concreto ha dejado a la comunidad internacional en un estado de expectación.
La elección de Alaska como sede de la cumbre no es casual. Este territorio, vendido por Rusia a Estados Unidos en el siglo XIX, tiene un simbolismo histórico y ventajas logísticas, ya que EE.UU. no es miembro de la Corte Penal Internacional, que mantiene una orden de arresto contra Putin por presuntos crímenes de guerra.
El presidente ucraniano, Volodimir Zelensky, expresó su preocupación por la exclusión de Ucrania en las conversaciones y reiteró que no cederá territorio. La guerra ha dejado decenas de miles de muertos y ha causado grandes pérdidas en ambos bandos.
Trump, quien ha sido criticado por su enfoque hacia Ucrania, se comprometió a informar a Zelensky y a líderes europeos sobre el resultado de la reunión. A pesar de la cordialidad entre ambos líderes, la falta de un acuerdo tangible plantea dudas sobre el futuro del conflicto.
Mientras tanto, la guerra continúa, con Rusia controlando cerca de una quinta parte del territorio ucraniano. La situación sigue siendo tensa, y las expectativas sobre un posible alto el fuego son inciertas.