Vivimos conectados las veinticuatro horas del día a nuestros celulares , que ya no solo son el centro de nuestras comunicaciones, sino también auténticos cofres de datos personales. Fotos, redes sociales, correo electrónico, datos bancarios y cuentas de compras digitales conviven junto a documentos de trabajo, información fiscal y métodos de pago guardados en diferentes aplicaciones. Esa dependencia digital ha convertido a los teléfonos en verdaderas “ventanas” a nuestras vidas, cargadas de detalles íntimos y sensibles.

El uso intensivo tiene sus consecuencias y, cada vez más, es frecuente reparar el móvil ante caídas, baterías defectuosas, micrófonos inoperativos o protectores de lente agrietados. Cambiar de dispositivo supone un gasto considerable y el incómodo proceso de migrar

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