Uno de los juegos más populares de mi infancia fue el clásico "polis y ratas". Todavía me tocó la época en que los niños nos apoderábamos de las calles para disfrutar de largas sesiones de juegos. En este caso, las reglas eran muy sencillas, la primera y más importante es que solo se podía pertenecer a uno de los grupos, entonces, o eras "poli" (policia) y te tocaba perseguir "ratas" (delincuentes), o al revés, pero nadie en su sano juicio podía estar en los dos bandos al mismo tiempo. Esos sí, al final, el juego se reiniciaba y si ahora fuiste "poli", al rato te tocaba ser "rata”.

Con una forma lúdica se muestra una realidad que es evidente, para un segmento de la población solo hay dos opciones para ejercer un poco de poder: o se hace portando una placa o se hace transgrediendo las norm

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