La vida es un viaje efímero, un suspiro en el universo. Cada uno de nosotros tiene una misión terrenal única, diferente en tiempo, modo y lugar. Y aunque somos seres pasajeros, dejamos un rastro de amor, un legado de recuerdos que perduran en el tiempo.

Este año, he tenido que despedir a dos seres queridos, dos tíos mayores que dejaron una huella imborrable en mi vida y la de muchas personas. Laureano y Edgar, dos personas especiales, muy diferentes entre sí, pero con una misión común: vivir plenamente y dejar un legado de amor y sabiduría. A los 86 y 89 años, respectivamente, se fueron, dejando un vacío en el corazón de nuestra familia.

La muerte es un ángel que tiene la tarea de reencontrarnos con nuestro creador. Es un momento de transición, un pasaje a una nueva dimensión donde el do

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