En enero de 1995, McArthur Wheeler protagonizó en Pittsburgh, Estados Unidos , una de las historias criminales más insólitas jamás registradas. Junto a un cómplice, robó dos bancos a plena luz del día, sin disfraz, sin ocultar su rostro y bajo la mirada de numerosas cámaras de seguridad. Lo extraño no fue el robo en sí, sino lo que sucedió después.

Cuando la policía lo arrestó, Wheeler no podía creerlo. Desconcertado, exclamó ante los agentes que se había echado jugo de limón. Alguien le había dicho que el jugo lo haría invisible para las cámaras, y él lo creyó. Por esa razón, se aplicó el líquido en todo el rostro, soportó el ardor en los ojos y en la piel, y hasta se tomó una foto Polaroid para comprobar su teoría. Como no logró verse en la imagen, interpretó el resultado como una

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