Un caminar cansino en el que arrastra el pie derecho, el rostro pálido e inflamado, el párpado derecho ligeramente caído y la voz apagada, así ha lucido el dictador nicaragüense, Daniel Ortega Saavedra, en sus apariciones más recientes.

Su presencia en actos públicos se ha vuelto esporádica, y los rumores sobre el deterioro de su salud han llevado a muchos periodistas, así como a diplomáticos extranjeros residentes en Nicaragua, a sugerir que el otrora guerrillero marxista reconvertido desde su regreso al poder en 2007 en autócrata y multimillonario, vive sus horas finales.

Según revelaciones de Richard Sáenz Coen, médico que atendió a Ortega hasta 2018 –cuando fue despedido y se vio obligado a partir al exilio–, el dictador, de 79 años, soporta desde hace años un lupus eritematoso sisté

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