El Tubo de Zaragoza siempre fue un laberinto de bares con más trampas que un bandolero y más lujuria que un sainete. Allí cada maño tiene su altar secreto, pero lo de Meli del Tubo es misa mayor. Porque Meli no predica jerarquías, sino que reparte gracia a cucharadas de estética y buen gusto. Y lo hace con esa clientela de media vida que encuentra refugio en una barra de alto voltaje.

El tabernáculo, situado en el número doce de la calle Libertad, lo levantaron las hermanas Raquel y Silvia Marcel, junto con Ángel Díaz, arquitectos de un tapeo que no se anda con chiquitas. La cosa empieza en un ceviche vestido de cóctel, sigue con un bocatín de lomo de bacalao al que bautizaron La Paca, se crece con el tartar de atún y piña, y alcanza gloria con el famoso cave ovum: un saquito crujiente r

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