La noticia cayó con la brutalidad de lo inesperado: Javier Cid , periodista de El Mundo , escritor, activista y voz imprescindible en el periodismo español, ha sido hallado muerto en su domicilio de La Latina (Madrid) a los 46 años . La redacción que durante décadas fue su hogar se tiñó de luto. La tristeza cruzó medios, redacciones, platós y redes sociales como una marea que desbordaba incredulidad.

Licenciado en Historia y formado en la primera promoción del Máster de Periodismo de El Mundo , Javi Cid —como le conocían sus colegas y amigos— convirtió el oficio de contar en un arte personal. Desde sus inicios en Pamplona hasta su consagración como Jefe de Sección en Gran Madrid , Cid tejió una carrera marcada por la frescura narrativa, la mirada incómoda, la sensibilidad sin afectación y un humor tan agudo como generoso.

Un periodista transversal, brillante y comprometido

Fue entrevistador, cronista, articulista y reportero , pero también autor de dos novelas. Una bajo seudónimo ( Diario de Martín Lobo ), la otra firmada con su nombre ( Llamarás un domingo por la tarde ), obras que exploran la intimidad de una generación atravesada por la incertidumbre y el amor sin etiquetas. Sus textos, aunque frecuentemente ligados al universo LGTBIQ+ , nunca fueron reductivos: hablaban de lo humano, de lo colectivo, de lo que nos une.

En 2019, recibió el Premio Alan Turing , en reconocimiento a su lucha por la visibilidad y los derechos del colectivo. Nunca militante desde la pancarta, sí desde la palabra: con ironía, con claridad, con ternura y coraje. Fue también bloguero ( Blogback Mountain ), colaborador televisivo en programas como Y ahora Sonsoles o La Sexta Xplica , y una figura presente y respetada en el ecosistema mediático español.

Una pluma con alma y un corazón que escuchaba

Javier era, por encima de todo, una persona que escuchaba con profundidad y preguntaba con belleza . En sus entrevistas —como la última publicada el pasado miércoles con María del Monte— latía la empatía de quien no busca respuestas rápidas, sino encuentros honestos.

En los últimos años, desde Gran Madrid , no esquivó lo incómodo: abordó desde la pobreza extrema hasta las sexualidades no normativas , con una sensibilidad poco frecuente. Se implicaba en cada pieza como si fuera la última. Y soñaba, todo el tiempo, con la siguiente.

Quienes trabajaron con él lo describen como “único”, “intenso”, “mordaz”, “divertido” y, sobre todo, irreemplazable . Porque Javi Cid era también un compañero que abrazaba, que reía fuerte, que encontraba siempre la anécdota perfecta o la palabra más certera para levantar una redacción cansada .

Madrid, su musa; el periodismo, su casa

Javier Cid fue también un amante de Madrid , ciudad a la que dedicó algunos de sus textos más personales. La observó, la retrató, la cuidó. Convirtió lo cotidiano en crónica, y lo invisible en materia narrativa. No solo escribía: dejaba huella .

Este viernes, su cuerpo fue encontrado sin vida. Su voz se ha apagado, pero su eco no se irá pronto. Su legado, su estilo, su defensa de la libertad y su talento para escribir desde la emoción seguirán inspirando.

Como escribió en una de sus columnas más recordadas: "El periodismo no es contar lo que pasa. Es saber mirar donde otros no miran. Y tener el valor de contarlo con palabras que también abracen" .