En la Tercera Guerra Carlista, Pamplona fue sitiada durante unos meses y el ejército carlista, además de bombardear la ciudad desde los montes que la rodeaban, como el monte Ezkaba, cortó el suministro de agua, provocando entre la población numerosas víctimas como consecuencia de disentería y tifus. En medio de aquel oscuro paisaje de enfermedad y hambruna (los pamploneses se vieron obligados a comer ratas de agua) la bombilla de un lúcido ingeniero, Salvador Pinaquy , se iluminó e ideó un sistema hidráulico para bombear agua a las fuentes de la vieja Iruña desde un manantial en las inmediaciones del Molino de Caparroso, a orillas del río Arga, donde tenía su fundición.

Agua con sabor a lápiz

Hace ya 150 años de ello y el pasado mes de noviembre el Ayuntamiento de la ciudad homenajeó a

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