(DESDE SAN PABLO) Semanas atrás, los brasileños parecían convencidos, al menos una buena parte de ellos, que Luiz Inácio Lula da Silva tendría enormes dificultades para ganar las presidenciales en octubre de 2026. Sus chances de gobernar un segundo período (2027-2030) parecían dispersarse como arena entre los dedos. Pero, de pronto, desde el norte del continente vino una mano para ayudarlo. Créase o no, fue el propio Donald Trump quien consiguió revertir, desde Washington, las tendencias negativas que ensombrecían la vida del líder brasileño, que hoy aparece como el gran victorioso de las elecciones que ocurrirán el próximo año: en síntesis, le gana a todos los candidatos que se perfilan como sus adversarios.

Claro, esta vez no se trató de la “mano de Dios” que santificó a Diego

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