Una novela publicada durante la primera guerra mundial empieza con la frase, “Esta es la historia más triste que he oído jamás”. Con perdón, porque me gustaría poder alegrarles el día, les voy a ofrecer una historia que quizá compita en tristeza con la de “El buen soldado” de Ford Madox Ford.
Me la contó un amigo que estuvo hace poco en Ucrania y, aparte de dejarme bastante alterado, me recordó a aquello que dijo Stalin de que un millón de muertes es una estadística, pero una sola muerte es una tragedia.
Tras meses en el frente de guerra, un soldado de 33 años llamado Serguéi Yefimenko recibió permiso para visitar a su familia. Apareció por sorpresa en su casa cerca de Kiev y él, su esposa y su hijo se abrazaron como locos. Días después un dron ruso atacó su hogar. A Serguéi no le pasó n