Lo perdió o lo dejó todo. Dice que lo material puede desaparecer en un plis y, desde hace catorce años, vive en la barraca de pescadores de cala Estreta, en la Costa Brava. Ya referenciada en el siglo XVI, el Ayuntamiento de Palamós la rehabilitó para uso público. Quico se ocupaba de la limpieza y el mantenimiento y se instaló allí.
Invita a charlar y a café a todo el que llega por el camino de ronda. Vive de lo que le llevan vecinos y paseantes; se sienta en un tronco mágico y les ofrece que escriban algo para el árbol de los sueños –que está dentro, junto a los libros– y que quema durante un ritual en fin de año. Ha aprendido a desprenderse de las cosas, las personas, los lugares, no quiere tener ese problema que provoca el vínculo emocional llamado apego. La productora Blau Visual, de