Hay un Ángel Di María impregnado en el póster que sigue inalterable a la catarata de epopeyas que le suceden en continuado, y hay también, un Ángel Di María que sigue llorando en silencio por la sangre que derraman sus cicatrices. Polvo de carbón y burbujas de champagne.
Hace 82 minutos que Ángel Di María sueña con el paraíso, o en realidad, 18 años. Europa ya no desvela. La decisión de inmolarse en el barro está ahí, en ese trayecto que separa idolatría de anhelo. Vísceras que siguen abolladas, mientras el oro mira desde la repisa.
Hay un nene con harapos azules y amarillos, y hay también uno que respira hollín hasta morder la asfixia. Aurorita y Ferraris. Lisboa, París, Madrid , Manchester, Turín y La Esperanza, como maniobra del destino y juego de palabras que le dan perte