Estábamos sentados en el banco de Casa Sidoro, el de enfrente, y Angelillo en el asiento de la Vespa, porque había lleno en la grada. Llegó un coche azul, que son muy buenos cuando los conducen los veraneantes, bajó la ventanilla de manera eléctrica —que entonces era un lujo de coches azules y gamas similares—y le dijo: «Jefe, si pone la moto en batería me queda sitio para aparcar». - Mire, no jefe (nótese el cabronicio del paisano), si vuelve usted en noviembre tiene sitio desde aquí hasta Matallana, todo para usted, a los dos lados de la carretera. Marchó como el tío los mixtos. Y la cosa quedó ahí pero para Angelillo y cuando llegó noviembre miraba todos los días por el cristal de la puerta y murmuraba por lo bajo:«Qué cabrón;y no viene, con la cantidad de sitio que tiene». Me acordaba
¿Vendrán en noviembre? Quiá

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