Falleció en directo ante los ojos de miles de personas. Muchos de estos voyeurs de la muerte se habían encargado de vitorear la sucesión de vejaciones, retos y humillaciones que precedieron su final. Raphael Graven tenía 46 años y estaba en el top 10 de streamers más visitados de la plataforma Kick. Se dejaba vejar por dinero. Se encerró durante días en una habitación con otros tipos que se encargaban de hacerle el daño que otros pagaban. Pero sin audiencia no hay negocio, y eso es casi más preocupante que la mera constatación de que hay monstruos actuando ahí fuera.
No todos los visitantes a su canal pagaban por verle sufrir. Algunos se conectaban por morbo o por curiosidad. Decía Luther King que no le asustaba la maldad de los malos, porque le aterrorizaba la indiferencia de los buenos.