Este es un espacio de debate que no compromete la opinión de La Silla Vacía ni de sus aliados.

La tristeza que hoy atraviesa mi país no me ha sido ajena. Han sido días inexplicables, de no entender qué pasó. Usualmente, escribo sobre la protección de los animales, y esta vez no será la excepción. Poco a poco, la razón y el recuerdo empiezan a abrirse camino, y con ellos surge la necesidad de hablar de Miguel Uribe, un guerrero que, aunque muchos no lo sepan, levantó su mano por los animales.

Lo conocí cuando trabajé en el Concejo de Bogotá. Era uno de los concejales más jóvenes de ese periodo, pero marcado por un gran sentido de responsabilidad, disciplina y convicciones firmes. No era un activista de pancarta ni un político de discursos rimbombantes sobre protección animal. Miguel traba

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