Son las 9 de la noche de un sábado. Noelia se baja del auto y, entre penumbras, entrega el desayuno sorpresa que disfrutará una madre al día siguiente. Entrega el pedido, saluda, sonríe y se va. Son días de mucho trabajo: entre su puesto en el Hospital Regional , donde integra el equipo de alimentación como moza, y el emprendimiento que tiene en su casa. A eso se suman las horas de libro para poder recibirse de médica , aquella carrera que empezó por curiosidad pero que la terminó conquistando.

Han pasado casi cinco años desde aquellos días; la vida de Noelia Ruarte es muy diferente, pero no olvida esos tiempos. Aún no era madre, tampoco médica y mucho menos pediatra, una especialidad que pensaba que no iba a elegir. Eran tiempos de estudio, de soñar y de apostar, pero no imaginaba

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