La publicidad ha encontrado muchas formas de captar nuestra atención. Una de las más efectivas -y cuestionables- es la publicidad del miedo. Se trata de presentar una amenaza real o exagerada para inducir al consumidor a comprar, suscribirse, acudir, consumir. El miedo, ancestral y poderoso, se convierte así en arma de persuasión. En el ámbito tecnológico, es común ver anuncios que apelan al temor de ser espiados. «Tus datos están en peligro», «Alguien te observa» o «Tu ordenador está infectado» son frases que buscan generar ansiedad para vender servicios de protección digital. Vivimos en una era donde la privacidad está en riesgo, pero usar ese hecho como subterfugio para captar clientes es éticamente dudoso. En el terreno de la salud, ciertas prácticas comerciales recurren a diagnósticos

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