El narcotráfico vive su edad dorada: la cocaína creció un 53 %, zonas enteras están fuera del control estatal y ahora se ofrece un sometimiento que huele más a impunidad que a justicia. ¿Quién responde por la democracia que se nos escurre entre las manos?
En Colombia ya aprendimos –con sangre– lo que pasa cuando el Estado se alía, tolera o terceriza la fuerza con criminales. El MAS nació en 1981 como respuesta “privada” al secuestro, financiado por capos del cartel de Medellín. Y terminó siendo el mito fundacional del paramilitarismo moderno: la antesala del Estado paralelo que impone tributos, juzga, castiga y decide quién vive y quién muere. Cuando el Estado subcontrata la violencia, la democracia se vuelve simulacro.
Después vino la infección del dinero sucio en la política. El proces