Para conmemorar el bicentenario de Bolivia, una familia en Cochabamba ha abierto una puerta hacia 8.000 años de valor: piedras, sal, hojas de coca, reales de plata, billetes hinchados por la hiperinflación e incluso fichas de bitcoin. Para el coleccionista Víctor Borda, el dinero ya no es solo un artefacto. En sus manos, se ha convertido en una memoria que los bolivianos pueden tocar.
Un pasatiempo de infancia se convierte en museo del bicentenario.
Dentro de un luminoso salón en Cochabamba, las monedas brillan en hileras ordenadas de cobre y plata, mientras los billetes se despliegan como flores prensadas. En conjunto, conforman la colección Borda-Luna: casi 3.000 piezas que trazan el intento humano de medir el valor—desde objetos de trueque primitivos hasta medallones de la era digital