En las profundidades de la sierra veracruzana, donde el cielo se funde con la tierra húmeda y los truenos retumban como lamentos ancestrales, la vida de Edilberto Quirasco Jiménez, un niño de apenas 11 años, se extinguió en un instante cegador. Era el lunes 25 de agosto, un día que debería haber sido de ilusión y preparativos para el regreso a clases. En cambio, se convirtió en una pesadilla eterna para su familia y la comunidad de Nuevo Xoteapan. Un rayo, ese caprichoso mensajero de la furia celestial, alcanzó al pequeño y a su tío Martín Quirasco Sixteco, de 44 años, mientras caminaban de regreso a casa bajo una tormenta implacable. La mochila nueva de Edilberto, cargada de cuadernos y lápices afilados, quedó intacta sobre su espalda inerte, un símbolo desgarrador de sueños truncados y u

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